Los Ateos Pedimos #NoMásAteofobia
Los Ateos Pedimos #NoMásAteofobia
Una ola de odio a los derechos humanos, al laicismo (separación entre el ámbito privado de las religiones y el dominio público del Estado) y a los ateos, a sus mensajes y a sus voceros recorre las redes sociales, al tiempo que algunos medios de comunicación han dado lugar a voces ateofóbicas y homofóbicas, quizá para evitar pasar por parcializados, sesgados o discriminatorios (Ver más en los católicos pedimos no mas cristianofobia (!) y los cristianos estamos guerra con la comunidad LGBTI). Esas voces ateofóbicas y homofóbicas cada vez tienen menos honradez y más cinismo para amenazar, injuriar y calumniar a los razonadores críticos y la libertad de personalidad y de conciencia, derechos amparados por nuestra Constitución y nuestras leyes.
Una muestra de esa ateofobia apareció hace poco, con la reacción del cristiano católico Miguel F. Mendez ante las críticas argumentadas -tanto en la ley como en la razón- que ha dado el vocero de Bogotá Atea, Ferney Rodríguez. La minoría de los colombianos que somos laicistas, ateos, agnósticos y no católicos NO recibimos con entusiasmo NI alegría la amenaza de la venida de Jorge Mario Bergoglio, alias Francisco, (digo amenaza porque por él varios congresistas quieren violar el laicismo para beneficiar a varios criminales) puesto que esa parte del erario debería destinarse a la ciencia y la tecnología que ya ha planeado perjudicar Juan Manuel Santos (Ver universidades se oponen al uso de regalias para vias terciarias) o para la educación o salud públicas. Sin embargo y en paralelo, un creciente grupo de cristianos, tanto católicos como no católicos, ha aprovechado la oportunidad para fomentar la ateofobia y la homofobia por vía de calumnias contra estas dos poblaciones con acusaciones de “cristianofobia” y de “agenda gay y atea”.
Si fuera verdad que “para los católicos del mundo comparar al Santo Padre con Madonna es un insulto”, entonces los católicos están revelando descaradamente su violencia misógina, machista, homofóbica y ateofóbica al discriminar a una mujer, a una persona trans y a los ateos y a los homosexuales por no ser igual de doblemoralistas que ellos, por ser críticos y por atreverse a pensar, además los católicos estarían violando lo que su propia Biblia les ordena de amar a su prójimo sin distinción alguna: “Todo el que odia a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino posee vida eterna en sí mismo” (1 Juan 3: 15). Más grave aún es que el cristiano católico Miguel F. Mendez se sienta tan empoderado (y por ende, NO como víctima sincera de persecución alguna) de incurrir en tan flagrante y cínico acto de odio e incoherencia bíblica, pues en el mismo escrito en que refleja su odio contra Madonna, contra los homosexuales, los trans, los ateos y los laicistas también muestra la adoración amorosa que dirige al Jesús de la Biblia, cayendo en una de las mentiras más odiadas por el Jesús bíblico: “Si alguno dice: “Yo amo a Dios”, y odia a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y nosotros hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Juan 4: 20-21).
Es un claro, evidente, incoherente y abusivo acto decir que “la mayor parte de los contribuyentes somos católicos y realmente preferimos que se gasten estos recursos en la visita papal antes que se pierdan en la corrupción que corroe nuestro país”, puesto que usar el dinero de TODOS los colombianos para financiar injustificadamente a un SUBGRUPO de ciudadanos es ya un acto de corrupción, así se trate de una mayoría. Los nazis eran una mayoría en Alemania y no por eso fue legítimo su intento de exterminar a varias minorías. El que quiera un cura o un pastor que se lo pague de su bolsillo personal. Además, la reiterada referencia a la “mayoría cristiana versus la minoría no creyente” es una tergiversación del tipo de democracia que se supone que es Colombia, donde las minorías están protegidas de la latente tiranía de las mayorías, y es una amenaza disfrazada de democracia puesto que es como sugerir que “los cristianos somos mayoría y cuando queramos se los vamos a recordar a ver si les quedan ganas o vida para cuestionarnos”.
La secta cristiana católica que idolatra a Jesús Hernán Orjuela fue autora directa, en años anteriores, de agresiones y actos vandálicos contra integrantes de Bogotá Atea
A pesar de que los ateos tuvieran la razón en momentos en que esos cristianos católicos estaban usurpando el espacio público e impidiendo a los niños el legítimo disfrute del mismo y al que tienen derecho prioritario antes que las sectas o los cultos religiosos (aunque no es raro que los cristianos, usualmente los católicos, tiendan a abusar de los niños y en grados extremos (Ver más sobre situación de pederastia en Cali aquí y aquí, Ver más sobre la situación en Australia aquí). Los cultos que solían realizar Jesús Hernán Orjuela, alias padre Chucho, y sus secuaces en ese parque público del barrio Castilla los domingos y días catorce de cada mes afectaban la salud auditiva y psicológica de los hogares circundantes, además de enriquecerse abusando del espacio público pues cobraban mil pesos colombianos por el uso de cada una de los casi cientos de sillas que ubicaban sin permiso en ese lugar. Esto sin pagar impuestos ni rendir cuentas al distrito ni a la nación.
Este acoso por parte de los cristianos misóginos, homofóbicos y ateofóbicos ha llegado siempre más lejos desde hace siglos: en la antigüedad fueron las Cruzadas, la Inquisición, las torturas y penas de muerte a mujeres, homosexuales, negros, indígenas, científicos, ateos, infieles, paganos o de unos cristianos contra otros; en la actualidad utilizan falsas acusaciones de supuestas persecuciones y la farsa de la inexistente “cristianofobia”, como si los defensores del laicismo fuésemos de la calaña de esos lobos vestidos de ovejas que protegen a pederastas, que bajo la labia del amor cristiano y dentro del caballo de Troya de “la defensa de la buena moral y las buenas costumbres” llevan violencia, fraude, lavado de activos e inmoralidad purulenta, morbosa y ambiciosa de dinero y de sangre inocente. Claro, como los cristianos ya no pueden asesinarnos con la canonizada impunidad que lo hacían antes, entonces buscan otras formas para aniquilarnos por medio de una de las más comunes estrategias de la violencia reinante en Colombia: acusar a la víctima del delito del cual ha sido víctima (como lo “profetizó” William Shakespeare: “Revistiendo así mi desnuda villanía con retazos robados de la santa Biblia, parezco un santo cuando más hago de diablo”, “Como prueba la experiencia, con el rostro devoto y el acto piadoso hacemos atrayente al propio diablo”). Los laicistas ni queremos (el laicismo y el crimen son mutuamente excluyentes) ni tenemos la capacidad (somos una minoría) de realizar las persecuciones que los cristianos SÍ han realizado contra los que odian y desean exterminar y que aún siguen persiguiendo. Razón tenía Daniel Dennett cuando dijo que “las religiones han logrado que sea imposible disentir de ellas de un modo crítico sin ser ofensivo. Juegan la carta de los sentimientos heridos a cada oportunidad”.
La frase “se deben respetar las creencias” es una contradicción
La extendida pero errónea creencia popular de que las creencias deben ser respetadas tiene la incorregible incoherencia de que realmente existen individuos cuyas creencias les indican que deben irrespetar las creencias de los demás. Un individuo que se crea el error conceptual de que las creencias deben respetarse o bien se vería presionado a aceptar y respetar la creencia de que las creencias deben ser irrespetadas o bien sería alguien hipócrita, pero en cualquier caso sería alguien incoherente. Cristianos como Miguel F. Mendez apelan a esa popular pero errónea creencia únicamente cuando los favorece pues para evadir las críticas y hacer pasar al crítico como un infractor son prontos en apelar a ella, sin embargo no consideran como irrespetuosa su persecución a la “creencia” de que la homosexualidad no es una enfermedad ni un delito. Para ver más razones de por qué es una mentira perniciosa eso de que las creencias deben ser respetadas, invito al lector a considerar lo siguiente:
Razones para no respetar las creencias y prácticas del cristianismo
Los cristianos, del tipo que sean, no tienen autoridad moral para instruir sobre lo que debería ser la moral, el respeto y la paz porque su texto sagrado está cargado de violencia y lo han usado para causar violencia. Un verdadero cristiano no tiene más opciones que actuar contra la ley o la ética laicas y seculares que nos rigen ahora. Las pocas reglas buenas promovidas en la Biblia ya existían antes de ser presentadas allí o se desarrollaron en otras culturas, tanto religiosas como no religiosas, así que ni siquiera en estos casos es necesario acudir a la Biblia para aprender a obrar bien en la vida. Colombia ha sido mayoritariamente cristiana, pero en el país también pululan los crímenes y los delincuentes y nuestra historia ha estado llena de violencia; en las cárceles de la nación hay, con creces, muchos más creyentes que ateos. Nunca se ha matado en nombre de la descreencia, los crímenes de los comunistas no fueron en nombre del ateísmo sino del comunismo, además el ateísmo y el comunismo son cosas completamente distintas. Sin embargo, los crímenes del cristianismo, del judaísmo, del islam, del hinduismo o incluso del budismo no se habrían podido cometer si no fuera por sus propias doctrinas religiosas. Es un cuento falso eso de que no todos los cristianos son malas personas, el que no lo sea es porque no es un verdadero cristiano. Quienes dicen ser cristianos, pero no aplican al pie de la letra lo que dice la Biblia (contradictoria y enemiga de la ley), no son verdaderos cristianos sino personas con doble moral que usan este libro de forma amañada y por pura conveniencia para justificar su reprochable actuación: cuando las leyes laicas les sirven, entonces exigen que se las respete, pero cuando no les convienen, dicen que la ley de su dios está por encima de cualquier norma mundana. Ellos deben recordar que los cristianos mediocres son repudiados por su dios (ver Apocalipsis 3: 15-16) y que quienes intenten negarlo por seguir las costumbres mundanas o profanas (como la de “respetar las creencias”), también serán negados por él el día del juicio final (ver Mateo 10: 32-33; Lucas 12: 8-10; 1 Juan 2: 22-23).
No basta con decir que se es cristiano para ser uno verdadero, así como no basta con decir que se es británico para ser un verdadero ciudadano británico. Para ser un verdadero cristiano se deben cumplir a pie de letra los mandatos bíblicos o de lo contrario se es cristiano solo de palabra (2 Timoteo 3: 16; Salmo 119: 105; Salmo 1: 1-3; Salmo 119: 15; Salmo 119: 40; Salmo 119: 101; Hebreos 4: 12-13; Juan 15: 7, Mateo 7: 21), y para ser un verdadero ciudadano británico hay que tener la respectiva nacionalidad y estar sometido a las leyes británicas, de lo contrario se es un mentiroso o un mediocre. La misma Biblia dice que se la debe tomar literalmente, no de forma figurada, para evitar que surjan discrepancias entre los cristianos. De manera que no la estoy sacando de contexto ni malinterpretando (1 Corintios 4: 6; 2 Timoteo 2: 15; 2 Pedro 1: 20). Es más, la Biblia promete castigos a quienes añadan o quiten cosas a la misma y eso incluye interpretaciones que no sean las literales, puesto que cualquier interpretación figurativa o no literal requiere añadir o quitar cosas a lo escrito (Revelación o Apocalipsis, 22: 18-19). Otra creencia popular entre muchos cristianos consiste en decir que ellos deben obedecer el Nuevo Testamento y no el Antiguo, pues se supone que Jesucristo introdujo una nueva ley. No obstante, el mismo Jesús dijo en el Nuevo Testamento lo siguiente: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Os lo aseguro: mientras duren el cielo y la tierra, no dejará de estar vigente ni una i ni una tilde de la ley sin que todo se cumpla. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos” (Jesucristo, según Mateo 5; 17-19).
Si un ciudadano colombiano usara rigurosamente la Biblia como norma de conducta, cometería numerosas contravenciones, faltas, delitos, crímenes o acciones contrarias al ordenamiento jurídico colombiano. Si el lector no lo cree, nada más elija al azar un versículo cualquiera de la Biblia y evalúe las consecuencias de llevarlo rigurosamente a cabo, a ver si no es cierto que conduce a la ilegalidad en la mayoría de los casos. Según la Biblia, el mismo Jesucristo fue promotor de la guerra (Ver más en el Despertar del terrorismo cristiano en Colombia) (Mateo 10: 34-36). La Biblia es misógina: Levítico 15: 19-30, 12: 2-8, Deuteronomio 21: 10-13, 21: 15-17, 22: 20-21; Génesis 12: 10-19, 16: 1-3, 19: 1-9; Jueces 19: 22-30; Números 31: 7-18; 1 Corintios, 11: 6, etc. Además, prohíbe los cultivos mixtos, aunque sean mejores que los monocultivos, y también prohíbe la ropa que mezcla materiales (Levítico 19: 19), como si eso le hiciera daño a alguien. Asimismo, prohíbe comer morcilla, consultar la astrología, cortarse la barba, hacerse tatuajes (Levítico 19: 26-28), yendo contra el libre desarrollo de la personalidad. Igualmente prohíbe a las personas con alguna discapacidad o defecto físico ejercer como sacerdote o pastor (Levítico 21: 16-23), lo cual es evidentemente discriminatorio. Otra prohibición es la de comer carne de cerdo, de langosta (tanto el insecto como el crustáceo) y los mariscos en general (Deuteronomio 14: 3-21). Sin embargo, es revelador que sean muy pocos los cristianos que protestan contra las personas (cristianos y no cristianos) que hacen esas otras cosas que están prohibidas por la Biblia, mientras que pretenden usarla para justificar su violencia contra la población LGBT+, sin mencionar otros ejemplos. Adicionalmente, aunque Jesucristo dijo amar a los niños, en el Antiguo Testamento condena a muerte a muchos niños nacidos y sin nacer: cuando envía a unos osos a matar a unos niños por burlarse de un hombre calvo o cuando condena a muerte a los primogénitos de Egipto en la época de Moisés.
Hay pasajes bíblicos que tienden a narrar historias con contenido pornográfico. Pretender que unos menores de edad usen esas historias como guía de conducta en su vida sería, prácticamente, algo muy parecido a la corrupción de menores: “Allí se había enamorado perdidamente de sus amantes, cuyos genitales eran como los de un asno y su semen como el de un caballo” (Ezequiel 23: 20); otro ejemplo es el de las dos hijas de Lot, que abusan sexualmente de su padre después de embriagarlo para tener hijos con él (Génesis 19: 30-38); o la violación sexual de la cual es víctima Tamar por parte de su hermano Absalón.
Es más, la misma Biblia dice literalmente que el dios que adoran los cristianos y los judaístas es el responsable del mal que hay en el mundo porque él lo ha creado o porque lo permite (Isaías 54: 17; Romanos 11: 35, 8: 28; Efesios 1: 11; Eclesiastés 1: 14; Mateo 10: 29-30; Eclesiástico 11: 14; Isaías 45: 6-7; Lamentaciones 3: 37-38; Job 2: 10, 5: 18, 42: 11; Deuteronomio 11: 26-28, 30: 19; Mateo 10: 34-36; Oseas 13: 16). Así que, si lo que dice la Biblia fuera verdad, no seríamos los ateos los responsables de la inmoralidad en el mundo, sino los mismos cristianos, al cumplir lo que dice la Biblia. En conclusión, la guía de conducta de los cristianos dice literalmente que ellos deben oponerse a la paz y que deben declararle la guerra y perseguir, acosar e incluso asesinar a quienes no sigan sus preceptos. Es decir que los millones de cristianos (católicos y no católicos) del país que se oponen a la paz, a los derechos humanos, a la libertad de conciencia, a nuestra Constitución Política SÍ estarían siendo verdaderos cristianos.
Por otro lado, si la Biblia tiene tantas contradicciones y hay más de 4.000 iglesias cristianas que dicen tener la razón y ven a las otras como falsos cultos, ¿cómo saber cuál es la interpretación correcta y cuál no? Eso muestra que no se debe usar la Biblia como guía para hacer normas y leyes, porque, cuando se imponen normas contradictorias, la sociedad que las obedezca terminará inevitablemente en conflicto. Un caso relativamente reciente de conflicto entre cristianos por cuenta de las contradicciones bíblicas es el que se produjo a raíz de un trino del sacerdote Alberto Linero, en el que afirmaba que Jesús no pide diezmos. Muchos cristianos lo increparon, usando la Biblia para defender su práctica. La contradicción se hace evidente cuando nos damos cuenta de que se puede defender cualquiera de las dos posiciones, usando la Biblia.
Kant expresó muy bien una máxima moral (llamada imperativo categórico kantiano) que podemos seguir todos, sin necesidad de acudir a la religión: Actúa siguiendo reglas que tú desearías voluntariamente que todo el mundo cumpliera. Esto quiere decir que si una persona se comporta como no quisiera que los demás lo hicieran, es muy probable que su actuación sea reprochable. El comportamiento de los cristianos y las referencias bíblicas que he hecho no satisfacen esta regla kantiana, lo cual conduce a la polémica conclusión de que la moral cristiana es antiética. Mejor dicho, a los cristianos hay que recordarles las palabras de su libro sagrado: “Raza de víboras, ¿cómo podéis vosotros hablar de cosas buenas siendo malos?” (Mateo 12: 34).
Las leyes contra las blasfemias también son blasfemas
Por un lado, las blasfemias son actos de irrespeto a los dioses, seres espirituales o cualquier entidad sagrada en un culto. Sin embargo, establecer una ley que prohíba y que castigue las blasfemias contra un culto que dice que su dios es omnipotente es también blasfemar contra ese dios porque al castigar a los blasfemos se estaría dando a entender que dicho dios no tiene la capacidad de defender por sí mismo su honra y que son los débiles e imperfectos humanos quienes deben defender a un dios todopoderoso. Si un cristiano asume que su dios es omnipontente, pecaría con las blasfemia de pedir castigo a los blasfemos porque estaría violando uno de los más sagrados dogmas de su fe y es que su dios es infinito en poder y gloria. Por otro lado, las leyes contra la blasfemia son religiosas, no laicas y, por ende, no estamos obligados a cumplirla en un estado laico como lo es Colombia. Así que por donde se le mire, las leyes contra la blasfemia no tiene cabida en un estado laico y social de derecho como el colombiano, ni siquiera para los mismos cristianos.
La mentira hipócrita cristiana de exigir respeto por sus ideas y actos irrespetuosos
Según la Biblia, Jesucristo dijo “El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama” (Mateo 12; 30). Esto instruye a los cristianos a irrespetar a quienes no pertenecen a su comunidad de fe (y tanto que alega Miguel F. Mendez que no le están respetando sus creencias, cuando él no está dispuesto a respetar las de otros, suponiendo que esto tenga sentido). Esta práctica cristiana es diametralmente opuesta al laicismo, donde todos los ciudadanos tienen equidad en los derechos y deberes, sin importar su credo. Por esta razón y para evitar el conflicto violento causado por normas bíblicas contradictorias, se debe garantizar la separación entre lo religioso y lo estatal. Mientras los cristianos dicen odiar el pecado pero no al pecador, los laicistas y ateos cuestionamos las creencias sin violar los derechos de los creyentes. Por esto, hago un llamado por la reflexión y el respeto a los disidentes de la creencia religiosa y defensores del laicismo porque solo sin religiones podrá crecer la paz.
En general hay tres tipos de argumentos que se suelen emplear:
1. «Mi religión es verdadera».
2. «La/mi religión es útil/necesaria».
3. «El ateísmo es nocivo».
La primera apela generalmente a revelación («es verdad porque lo dice mi interpretación de la traducción de la Biblia / el Corán / la Torah que me dieron o que nunca leí pero me resumieron»), autoridad («Newton, Haydn, Einstein*, Darwin* eran creyentes» [aunque lo de Einstein es en gran parte mito y lo de Darwin lo es completamente]) o tradición («si el cristianismo no fuese cierto, ¿por qué estamos en el año 2017 ‘después de Cristo’?»). El mayor problema es que quien se pega de esos argumentos está deliberadamente renunciando a toda duda razonable. El simple hecho que la inmensa mayoría de creyentes sean selectivos (lo que les conviene de su libro «sagrado» lo toman literal, y lo que no es porque «está fuera de contexto» o «hay que saberlo interpretar») ya demuestra que dichos textos no contienen verdades absolutas.
La segunda ya entra más en la parte del diálogo, y cuando un creyente entra en esos argumentos es, a menudo, porque ya tiene sembrada una duda. Por lo general, apelan a que «necesitan» creer por cuestiones de moral («si no hay una guía enviada por un ser superior, ¿cómo distinguimos el bien y el mal?»), por caridad («miren todas las buenas obras que hacen los religiosos – si creer los hace ser buenos, ¿para qué quitarles eso?»), por sentirse parte de algo (cuestión bastante común para adictos que se recuperaron o que se están recuperando) o, sobre todo, por consuelo – y ese punto es importante porque es «lógico» ser «ilógico» al enfrentar un dolor profundo. Es cierto que «creer» que hay un más allá en donde nos encontraremos de nuevo a nuestros seres queridos es reconfortante a corto plazo (y puede aplacar el dolor de perder a alguien, sobre todo en situaciones que simplemente no tienen explicación como muertes por violencia o por enfermedades autoinmunes), así como lo es encomendarse a una «justicia divina» en caso de un accidente, un atraco, etc., pero nada de eso lo vuelve cierto: sería genial que la pizza no engordara, que ir a ver a la sinfónica nos convirtiera en violinistas, que de verdad se pudiera aprender un idioma (bien) en dos meses, etc., pero eso no lo convierte en realidad y, a largo plazo, pensar eso puede hacer mucho más daño.
El otro tipo de argumentos son parte del proceso natural de duelo, casi al punto de encajar perfectamente con el modelo Kübler-Ross: ira (ad hominem, amenazas vacías como «te va a pasar algo malo y vas a creer»), negación («no, no, no, estás mal y punto»), negociación («respeta mis creencias y yo respetaré las tuyas») y miedo («déjame tranquilo, no te estoy haciendo daño»). Vivimos en una sociedad en la que se considera que la persona que no quiere discutir está capitulando, y/o que quien lo sigue haciendo es simplemente «cerrada».
Hay otro problema ahí también y es que muchas críticas vienen por parte no de creyentes sino de otros ateos que salen con la típica «soy ateo, pero…» y que se salen por la tangente o que abogan por las creencias de las personas, ya sea desde un punto de vista condescendiente («nosotros los sabios podemos ver la realidad, la chusma de allá necesita aferrarse a cuentos de hadas») o simplemente abogando por ellos («son historias bonitas, así no hayan ocurrido») o incluso realizando acusaciones como «si no existen dioses, ¿por qué los ateos se la pasan hablando de ellos?». La razón es sencilla: porque ese tipo de creencias nos afectan a nosotros también: afectan la legislación, afectan la forma como se ejecutan las leyes, afectan la educación, afectan el modo de ver la vida … un niño que le enseñan que para sacar diez en un examen tiene que rezar para que justo le salgan las preguntas que ya se sabe, está aprendiendo a ser mediocre y en últimas tramposo; una persona que crea en la torre de Babel está admitiendo un modo de ver la historia que no tiene que ver con la realidad.
La gracia de una explicación científica es que está abierta a correcciones (mientras que, en muchas doctrinas, admitir un error es visto como debilidad) y que es mucho más fascinante. Para continuar con lo del ejemplo de la torre de Babel, la historia e historiografía de cómo evolucionaron las distintas lenguas a través del aislamiento y las distintas culturas, la manera como vuelven a cruzarse muchos dialectos más adelante (en eso se diferencia mucho de la evolución biológica), la forma como ciertas palabras se vuelven cognados o falsos cognados, o falsos amigos (en lingüística ese término es interesante), no solo es mucho más fascinante que lo de la torre y el señor que se molestó y castigó, sino que además es real. Eso siempre es un valor agregado.
En general hay tres tipos de argumentos que se suelen emplear:
1. «Mi religión es verdadera».
2. «La/mi religión es útil/necesaria».
3. «El ateísmo es nocivo».
La primera apela generalmente a revelación («es verdad porque lo dice mi interpretación de la traducción de la Biblia / el Corán / la Torah que me dieron o que nunca leí pero me resumieron»), autoridad («Newton, Haydn, Einstein*, Darwin* eran creyentes» [aunque lo de Einstein es en gran parte mito y lo de Darwin lo es completamente]) o tradición («si el cristianismo no fuese cierto, ¿por qué estamos en el año 2017 ‘después de Cristo’?»). El mayor problema es que quien se pega de esos argumentos está deliberadamente renunciando a toda duda razonable. El simple hecho que la inmensa mayoría de creyentes sean selectivos (lo que les conviene de su libro «sagrado» lo toman literal, y lo que no es porque «está fuera de contexto» o «hay que saberlo interpretar») ya demuestra que dichos textos no contienen verdades absolutas.
La segunda ya entra más en la parte del diálogo, y cuando un creyente entra en esos argumentos es, a menudo, porque ya tiene sembrada una duda. Por lo general, apelan a que «necesitan» creer por cuestiones de moral («si no hay una guía enviada por un ser superior, ¿cómo distinguimos el bien y el mal?»), por caridad («miren todas las buenas obras que hacen los religiosos – si creer los hace ser buenos, ¿para qué quitarles eso?»), por sentirse parte de algo (cuestión bastante común para adictos que se recuperaron o que se están recuperando) o, sobre todo, por consuelo – y ese punto es importante porque es «lógico» ser «ilógico» al enfrentar un dolor profundo. Es cierto que «creer» que hay un más allá en donde nos encontraremos de nuevo a nuestros seres queridos es reconfortante a corto plazo (y puede aplacar el dolor de perder a alguien, sobre todo en situaciones que simplemente no tienen explicación como muertes por violencia o por enfermedades autoinmunes), así como lo es encomendarse a una «justicia divina» en caso de un accidente, un atraco, etc., pero nada de eso lo vuelve cierto: sería genial que la pizza no engordara, que ir a ver a la sinfónica nos convirtiera en violinistas, que de verdad se pudiera aprender un idioma (bien) en dos meses, etc., pero eso no lo convierte en realidad y, a largo plazo, pensar eso puede hacer mucho más daño.
El otro tipo de argumentos son parte del proceso natural de duelo, casi al punto de encajar perfectamente con el modelo Kübler-Ross: ira (ad hominem, amenazas vacías como «te va a pasar algo malo y vas a creer»), negación («no, no, no, estás mal y punto»), negociación («respeta mis creencias y yo respetaré las tuyas») y miedo («déjame tranquilo, no te estoy haciendo daño»). Vivimos en una sociedad en la que se considera que la persona que no quiere discutir está capitulando, y/o que quien lo sigue haciendo es simplemente «cerrada».
Hay otro problema ahí también y es que muchas críticas vienen por parte no de creyentes sino de otros ateos que salen con la típica «soy ateo, pero…» y que se salen por la tangente o que abogan por las creencias de las personas, ya sea desde un punto de vista condescendiente («nosotros los sabios podemos ver la realidad, la chusma de allá necesita aferrarse a cuentos de hadas») o simplemente abogando por ellos («son historias bonitas, así no hayan ocurrido») o incluso realizando acusaciones como «si no existen dioses, ¿por qué los ateos se la pasan hablando de ellos?». La razón es sencilla: porque ese tipo de creencias nos afectan a nosotros también: afectan la legislación, afectan la forma como se ejecutan las leyes, afectan la educación, afectan el modo de ver la vida … un niño que le enseñan que para sacar diez en un examen tiene que rezar para que justo le salgan las preguntas que ya se sabe, está aprendiendo a ser mediocre y en últimas tramposo; una persona que crea en la torre de Babel está admitiendo un modo de ver la historia que no tiene que ver con la realidad.
La gracia de una explicación científica es que está abierta a correcciones (mientras que, en muchas doctrinas, admitir un error es visto como debilidad) y que es mucho más fascinante. Para continuar con lo del ejemplo de la torre de Babel, la historia e historiografía de cómo evolucionaron las distintas lenguas a través del aislamiento y las distintas culturas, la manera como vuelven a cruzarse muchos dialectos más adelante (en eso se diferencia mucho de la evolución biológica), la forma como ciertas palabras se vuelven cognados o falsos cognados, o falsos amigos (en lingüística ese término es interesante), no solo es mucho más fascinante que lo de la torre y el señor que se molestó y castigó, sino que además es real. Eso siempre es un valor agregado.